sábado, 19 de abril de 2014

Parte 1: Las Vegas y el Gran Cañón

Sin lugar a dudas, éste ha sido, junto con mis cinco días en Praga, el mejor viaje que he hecho en la vida. Estaba planeado casi desde que recién llegamos a Minnesota, pero un viaje tan largo requería una gran cantidad de días, de modo que decidimos dejarlo para nuestro Spring Break, es decir, Semana Santa. En septiembre parecía tan, tan lejano... pero el tiempo pasa inexorablemente, lo disfrutamos y pasó a ser historia que será recordada toda la vida.

Welcome to Fabulous Las Vegas.
Ciertamente, en un principio no pensamos incluir Las Vegas, el Gran Cañón, Los Ángeles y San Francisco en un mismo viaje, sino partirlo en dos entre los dos primeros y los dos últimos, pero finalmente nos lanzamos por la borda y lo incluimos todos. El resultado fue algo espectacular, aunque también sentí que nos faltó tiempo en Arizona para ver el Cañón y en Los Ángeles, donde me hubiera gustado ver Malibú. Y de haberlo partido en dos, seguramente también hubiera incluido una visita a San Diego.

Salimos el sábado 29 de marzo de Minneapolis con destino a Las Vegas, cuyo aeropuerto, único en el mundo por tener hasta máquinas tragaperras, nos daba la bienvenida con un magnífico cartel de Welcome to Las Vegas. Tal cual llegamos a la Ciudad del Pecado, fuimos directamente a recoger nuestro coche alquilado para movernos por la zona, pero unos problemillas que surgieron nos obligaron a cambiar un poco los planes que teníamos. Esa misma noche, cuando todo se arregló y pasamos por el hotel a dejar las cosas, visitamos la parte sur del Strip, desde la calle Tropicana hacia abajo para ver los primeros hoteles y casinos, entre ellos el Mandalay Bay, el Thehotel, el Luxor, el Excalibur y el Four Seasons. De entre ellos, los más bonitos eran el Luxor, ambientado en el Antiguo Egipto, y el Excalibur, un flamante castillo medieval. Al final de la noche, decidí ir solo al famoso símbolo de Welcome to Fabulous Las Vegas.

Aeropuerto de Las Vegas.
El Luxor de noche...
Y de día...

Viendo este coche, ya se sabe que el conductor estaba tarado. Y, por lo que hablé con él, así es.
Casino Excalibur.
A las 4 de la mañana aún tuve ganas de ir a echarme unas fotos.
El día siguiente lo dedicamos a visitar el resto del Strip. La mayoría de gente, incluido yo antes de llegar allí, ignora algo muy importante acerca de Las Vegas. Cualquier persona que viaja a Las Vegas, realmente pasa muy poco tiempo en la ciudad de Las Vegas, ya que la mayor parte de los casinos están, técnicamente, en la ciudad de Paradise, un nombre muy apropiado para una zona así. Otros, como el Riviera, el Sahara y el Circus Circus están en el término municipal de Winchester y solamente el Stratosphere se encuentra en Las Vegas en sí. Ambas ciudades están inmediatamente al sur de Las Vegas, aunque comúnmente se aceptan como suburbios de Las Vegas.

Aclarado esto, lo primero que hicimos el día 30 fue ir de nuevo al símbolo de Las Vegas a hacernos unas fotos y después nos recorrimos a pie todos los casinos. Y no exagero si digo que tardamos 8 horas en ir de punta a punta y luego volver de nuevo al hotel, ya de noche, porque nos fuimos parando en todos y cada uno de los casinos. Además, el Strip parece una calle normal y recta en Google Maps, pero de normal no tiene nada. No tiene pasos de peatones para cruzar la carretera (las aceras tienen vallas metálicas, ya sea en los bordes o en la mediana), sino que tienes que cruzar las pasarelas que conectan los diferentes hoteles y casinos. Y los casinos espectaculares: el New York-New York, basado en los rascacielos de dicha ciudad, el Bellagio, que ocupa una manzana entera y que tiene un espectáculo de agua genial en su lago artificial, el Caesars Palace, gigantesco casino romano de dimensiones titánicas. De hecho, por dentro parece una ciudad en la que nunca se pone el sol. Aparte de tiendas y avenidas que parecían ciudades, tenía un cielo artificial que hacía que parecieran las 12 del mediodía en mitad de la noche. También aproveche por ahí para hacerme fotos con hermosas mujeres delante del Planet Hollywood. Ahí sentí deseos de casarme con la morena o con cualquier otra.

Si les hubiera puesto un dólar en el sujetador, quizás me hubiera llevado un beso de ambas.
El Bellagio.
El Caesar's Palace.
Interior de algún casino.
Caesar's Palace.

También destacaban el Flamingo, que, aunque antiguo, era el casino que más ganas tenía de ver. Siempre he mostrado interés por la mafia, y gran parte de la fama mundial de Las Vegas como lugar de juego y desenfreno se debe a mafiosos como Bugsy Siegel. Inicialmente, Bugsy Siegel utilizó una cierta cantidad de dinero de la mafia para financiar la construcción del Flamingo. Sin embargo, no cumplió con los plazos de finalización y requirió de más dinero, cosa que molestó a sus compañeros mafiosos. El día de la inauguración, un día de 1946, se expectaba una gran asistencia, pero llovió y no asistió toda la gente que se esperaba. Bugsy había cometido un gran error, jugar con el dinero de la mafia y no devolverlo. Así las cosas, seis meses después, en junio de 1947, el Sr. Siegel fue asesinado a tiros en la casa de su novia Virginia Hill en Beverly Hills.




Otros casinos, por supuesto espectaculares, eran The Mirage, The Palazzo, The Venetian, ambientado en la ciudad de Venecia con su propio sistema de canales y góndolas para pasearte por ellos mientras un tío te canta, el Riviera y, al final de la calle, el Stratosphere, que parece una jeringa gigante. Yo me enamoré de Las Vegas. No es que sea la ciudad más bonita si lo que quieres hacer es turismo, pero es espléndida para divertirte, pasar el rato y deleitarte con lo que el Strip te ofrece. Allí mismo, como ya he dicho, mi deseo era casarme vestido de Elvis en una wedding chapel con la chica morena de la foto, conducir un Mustang, un Dodge, un Chevrolet o un Corvette, las marcas que mas se veían por la ciudad, o transformar mi camioneta pick-up en un Monster Truck para convertirme en el típico conductor zumbado de pick-up, montar un negocio de prostitución de lujo y pasearme por las calles de la ciudad trajeado de arriba a abajo con corbata y sombrero y fumándome un puro como Dios manda. Sería el puto amo, hablando en condicional.

Stratosphere.
Sección del Strip con el Venetian y el Palazzo.
Treasure Island.
The Venetian, uno de los casinos más espectaculares.
Interior del Venetian recreando los canales de Venecia. El cielo es artificial.
The Palazzo.
El 31 salimos rumbo al Gran Cañón. Iba a ser algo rápido, ida y vuelta el mismo día, pero el viaje (de unas cinco horas) valió la pena. Arizona es, como dice la palabra, una zona árida cuyas temperaturas (especialmente en Phoenix) son las más altas de todo Estados Unidos. La frontera entre Nevada y Arizona se encuentra en medio de la fastuosa Hoover Dam (presa Hoover), y desde ahí el terreno es lo más parecido a Marte, como si fuera ya el Gran Cañón ahí mismo. No obstante, no todo el estado es desértico. Toda la zona que rodea a la ciudad de Flagstaff es verde, hecho que contrasta con lo que todos pensamos de Arizona. Tras circular por un tramo de la Interestatal I-40, hicimos una parada para repostar en un pequeño pueblo llamado Seligman en medio de la famosa Ruta 66, donde parecía que el tiempo se hubiera detenido, pues las calles del pueblo, sus tiendas y establecimientos de madera típicos de la zona y sus carteles de la Ruta 66 te teletransportaban a la época anterior a que esta carretera fuera descatalogada de la Red de Carreteras de los Estados Unidos en 1985. Hacer un tramo de la Ruta 66 en coche o moto entre Arizona y Oklahoma es uno de mis viajes pendientes algún día del resto de mi vida.

Seligman, en mitad de la Ruta 66.

Tras seguir nuestro trayecto hasta la localidad de Williams, doblamos hacia la izquierda para dirigirnos al Gran Cañón por una carretera secundaria, lo cual me permitió ver, aunque ya me había dado cuenta, que los estadounidenses conducen como pirados, pues se marcaban cada adelantamiento en línea contínua, en rasantes y sin espacios que te quedabas loco, incluso los autocares de turistas. En una ocasión, nos adelantó uno de ellos, que ya iba comiéndonos el culo desde hacía rato, y comenzó a hacer rallyes por la carretera, adelantando a todos los coches que pillaba, sin importar si había o no visibilidad. Supuse que el conductor era uno de los ya comentados "piraos de la pick-up". En otras ocasiones, el canteo era tal que, bien el conductor adelantado o el que venía en dirección contraria, tenían que frenar para dejar espacios al zumbado que adelantaba. De hecho, también nosotros tuvimos que frenar alguna vez para dejar distancias con algún pirado. El gilipollas pendejo se comió mi dedo corazón.

El Gran Cañón es espectacular, sin más. Es eso mismo, un cañón. Amplio, largo y profundo. Un regalo de la naturaleza, algo natural que el propio planeta, con la ayuda inestimable de la erosión y de los años, ha creado. Impresiona, te deja con la boca abierta y realmente te hace pensar que los seres humanos somos como pequeños mocos en un gran pañuelo. Con algunos días por delante me hubiera gustado hacer hiking y bajar hasta abajo para acamapar y volver a subir, pero no había tiempo. Así las cosas, echamos unas cuantísimas fotografías y de vuelta. Algunas fotografías que tendré siempre para el recuerdo son las que me hice con la adrenalina a tope y que las cuelgo más abajo de este párrafo: de pie sobre una roca con el vacío alrededor mío y la que tengo las piernas colgando. Hay otra, aunque esta es falsa, un fake, que salgo agarrado a una roca intentándome salvar de una caída. Ahí, obviamente, tengo los pies sobre roca segura :)







He aquí con la adrenalina a tope y el vacío alrededor mío. A mis lados y detrás, caída libre de varios cientos de metros.
Estoy loco, pero no tanto. Aquí tengo los pies sobre seguro.
Aunque aquí cuelgo otra vez sobre el vacío.

See you, Arizona...
 En la siguiente entrada comentaré Los Ángeles y San Francisco.