martes, 12 de abril de 2016

domingo, 13 de marzo de 2016

viernes, 13 de noviembre de 2015

martes, 24 de junio de 2014

Nuevo México



Albuquerque y Santa Fe (Nuevo México), mi último viaje por Estados Unidos. En esta penúltima entrada (aún me queda, por pereza, la segunda parte de Los Ángeles y San Francisco), narraré, ya desde España, la que ha sido mi última aventura por territorio estadounidense. Por ahora. Porque tengo que volver alguna otra vez para visitar Seattle, San Diego, Nueva Orleans o las ciudades canadienses de Toronto y Vancouver, entre otros sitios.

En un primer momento, mi idea era ir a Nueva Orleans (Louisiana) y Memphis (Tennessee), pero en el último momento, movido por mis intereses por la mezcla de la cultura española con la mexicana, decidí irme a Nuevo México, en concreto a las ciudades de Albuquerque y Santa Fe. Para aprovechar al máximo el viaje antes de volver a España, salí de Minneapolis el martes 10 de junio por la noche, así iba a poder levantarme pronto por la mañana el miércoles.

Albuquerque, cada vez más famosa por ser el escenario de la serie Breaking Bad, aunque yo no tenía ni idea porque no la sigo, está localizada en el centro del estado y completamente rodeada de desierto, como Las Vegas o Phoenix, y está rodeada por las montañas Sandía y Manzano y atravesada por el río Grande, el cual hace de frontera natural con México algunos kilómetros al sur. Fundada oficialmente en 1706 por colonizadores españoles, guarda un cercano hermanamiento con el pueblo de Alburquerque, Badajoz, aunque la “r” que tenía Albuquerque se perdió durante el siglo XVII. La ciudad comenzó a desarrollarse a partir del Old Town, la ciudad vieja, distrito histórico que guarda las características de las ciudades españolas de construir edificios alrededor de una plaza central. Otra característica llamativa no sólo de Albuquerque, sino de muchas localidades de Nuevo México, es que los edificios están hechos de adobe. Hoy en día, pese a no ser la capital de Nuevo México, es la ciudad más poblada del estado con más de medio millón de habitantes.

Mi primera visita durante el miércoles 11 fue el propio Old Town y la iglesia de San Felipe de Neri, bonita zona que ahora está llena de comercios y tiendas de recuerdos. Mientras paseas por sus calles, puedes observar y comprar ropa, artesanía, cerámica y joyería indígena mientras te deleitas escuchando música andina. Dos músicos ecuatorianos llamaron mi atención por vestir la camiseta de Colombia y tocaban una música realmente bonita. Para llegar a Old Town podría haber cogido un autobús urbano (por cierto, realmente barato, pues el ticket de un día con transbordos ilimitados costaba dos dólares), pero era mi primer día y quería andar por la famosa Ruta 66, la cual, debido a que pasa por el medio de la ciudad, está recuperada del olvido y reformada. Tras dar una vuelta por ahí y andar por las angostas callejuelas de Old Town, me dirigí al Museo de la Serpiente de Cascabel, y es que las serpientes me fascinan, y más tarde al Centro Cultural de los Indios Pueblo para ver unas exposiciones indígenas.

Tricentenario de Albuquerque (1706-2006).
Old Town.

Iglesia de San Felipe de Neri.

Museo de la serpiente de cascabel.


Típica casa de adobe.
Nuevo México, además de ser el estado con el mayor tanto por ciento de población latina o hispana (47%), es el que tiene también mayor porcentaje de población nativa norteamericana (9%), por lo que tiene museos dedicados a los indios nativos. La exposición que se llevaba a cabo en el Centro Cultural de los Indios Pueblo me permitió aprender muchísimo sobre los indios Pueblo (así los llamaron los españoles), una serie de etnias nativas norteamericanas que habitaron principalmente el territorio de Nuevo México antes de la llegada de los españoles, pero muchas de ellas siguen existiendo hoy en día. Durante el recorrido por el museo pude ir parándome y observando una a una cada sección dedicada a los solamente 19 pueblos que existen actualmente, de los cientos que hubo en el pasado, a saber: Zuni, Acoma, Laguna, Isleta, Sandía, San Felipe, Santa Ana, Zia, Santo Domingo, Jemez, Cochiti, Tesuque, Name, San Ildefonso, Pojoaque, Santa Clara, Ohkay Owingeh, Picuris y Taos. Hoy en día, los habitantes de estos grupos indígenas viven en pequeñas comunidades a lo largo del territorio de Nuevo México y, entre otras cosas, se dedican a vender artesanía, cerámica y joyería a los turistas. Algunos de los más famosos son Sandía, Taos, Acoma y Jemez, a los que me gustaría haber ido si hubiese tenido un coche alquilado, pero no fue posible.

Acto seguido, volví al hotel, descansé, eché la siesta y me preparé para ir a ver un partido de béisbol de los Isótopos de Albuquerque. Había oído hablar de ese equipo en Los Simpsons, cuando los Isótopos de Springfield querían mudarse a Albuquerque, pero jamás imaginé que fueran reales. Esperaba ver a Homer hacer huelga de hambre atado a una farola, pero, desafortunadamente, solamente vi figuras a gran tamaño de ellos. El resultado final fue Round Rock Express 15 – Albuquerque Isotopes 8. Igual de malos que los ficticios de Springield.

Estadio de los Isótopos de Albuquerque.

¡Homer Simpson!
El jueves crucé el río Grande para ir al Centro Cultural Nacional Hispano. El río Grande, conocido en México como río Bravo, discurre por medio de Albuquerque y sigue hacia el sur, hasta El Paso, para hacer de frontera entre ambos países por más de mil kilómetros hasta desembocar en el golfo de México. En el National Hispanic Cultural Center vi una exposición de arte hispana, latina y chicana bastante interesante. Especialmente me gustaron los cuadros Aztecs pilots in search of Quetzalcoatl y Tamale Man. Al acabar mi visita, me dirigí al centro de la ciudad cruzando el barrio de Barelas, del que se dice que tiene casas de estilo de español para llegar de nuevo a la Ruta 66, que en el tramo que pasa por el centro de la ciudad se llama Avenida Central, o Central Avenue. Al anochecer, fui a dar una vuelta por el barrio de Nob Hill, donde la Ruta 66, descatalogada del sistema de carreteras nacional en 1985, te teletransporta al pasado con locales y moteles de carretera llenos de luces de neón y restaurantes típicos de los años 50. Allí, en el Diner 66, me metí una pedazo de cena con un batido llamado Cadillac.
Río Grande.

Ruta 66 por Nob Hill.
Diner 66.




El viernes 13 viajé a Santa Fe, capital de Nuevo México. Para ello tomé un tren llamado Rail-runner, que vendría a significar “correraíles”, juego de palabras parecido a roadrunner (correcaminos). El hecho de que se llamara de tal manera y de que tuviera dibujado un pájaro correcaminos, me hizo pensar en la relación entre el estado y el tren con el correcaminos y el coyote de la famosa serie de dibujos animados. Después de investigar más sobre la serie, vi que los dibujos podrían estar basados bien en el desierto de Sonora o en el de Nuevo México. Un simple hecho que me llamó la atención. Este tren, cuya línea va desde Belén hasta Santa Fe, pasando por Albuquerque, cubre más de 100 millas, y, además de ser barato, te permite comunicarte entre las dos ciudades más importantes en aproximadamente hora y media, cosa bastante útil. De otra manera, no hubiera tenido manera de ir hasta allí. Durante su recorrido, el tren pasa por las faldas de las montañas Sandía y atraviesa algunos de los pueblos indígenas nombrados antes, entre ellos Sandía, Kewa (Santo Domingo), Santa Ana, etc. Al ser considerado un lugar sagrado por muchos nativos, durante un tramo del trayecto no se permiten hacer fotografías.

Rail-runner.


Santa Fe, a pesar de ser la capital del estado, no llega a 70 mil habitantes, pero es una ciudad preciosa llena a rebosar de edificios de adobe. Fundada por don Pedro de Peralta en 1607, es la capital más antigua de los Estados Unidos y también la que está situada a mayor altitud (alrededor de los 2.200 metros sobre el nivel del mar). Mis primeras visitas fueron el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, cuya iglesia es la primera construida en Estados Unidos dedicada a Guadalupe, y el Capitolio estatal. A continuación, y a través del Camino de Santa Fe, antigua ruta que conectaba San Luis (Misuri) con Santa Fe, visité otros sitios de gran interés. En primer lugar, la Misión de San Miguel, la iglesia más antigua de Estados Unidos (1610-1626, aprox.), situada a escasos metros de The Oldest House, la que se dice es la casa más antigua del país. Esta casa fue levantada por los españoles con la ayuda de los indios tlaxcaltecas, enemigos acérrimos de los aztecas. Todo esto, por supuesto, antes de que Nuevo México fuera territorio mexicano y mucho menos estadounidense. Durante toda su historia, los tlaxcaltecas habían estado en constante guerra contra los aztecas, aunque jamás fueron sometidos. Tras escuchar acerca de la llegada de unos extraños hombres blancos con barba, decidieron unirse a los hombres de Hernán Cortés para derrotar al eterno enemigo, llegando a ser unos aliados excepcionales de los españoles en la lucha por tomar Tenochtitlán, la capital azteca.

Nuestra Señora de Guadalupe.
Inn Spa Loreto, precioso edificio de adobe.
Iglesia de San Miguel.
Iglesia de San Miguel.
The Oldest House.
A continuación, entré en la Capilla Loreto para ver su famosa escalera, cuya creación está envuelta en un halo de misterio. La iglesia, construida durante la segunda mitad del siglo XIX, necesitaba una escalera para acceder del piso principal al coro. Sin embargo, las hermanas de la capilla no encontraron a nadie capaz de construir una escalera que se adaptase a las características de la iglesia. Como última solución, rezaron durante nueve días a San José. Al noveno día, apareció un hombre desconocido en la puerta ofreciéndose para construir la escalera, pero con una condición: tenían que dejarlo trabajar solo. Una vez terminada, las hermanas fueron a agradecerle el trabajo y a pagarle, pero el hombre había desaparecido. A partir de ahí surgió el rumor de que el mismo San José había construido la escalera. Y si el constructor es un completo misterio, la escalera en sí es uno todavía mayor, pues es un desafío a las leyes de la ingeniería. Nadie sabe cómo la escalera es capaz de mantenerse sola sin desmoronarse, pues la escalera de caracol da dos giros completos de 360 grados y no tiene ningún soporte central. Por otra parte, tampoco se utilizaron clavos ni pegamento, sino que todas las piezas están ensambladas. Y, por último, la madera que se utilizó en su construcción no existe en la zona.

Escaleras de la Capilla de Loreto.

Loreto.
Muy cerca de Loreto estaba la Catedral de San Francisco de Asís, construida en el siglo XIX sobre otras dos iglesias destruidas en el pasado (una de ellas durante la revuelta de los indios Pueblo en 1680, de la que hablaré más adelante). Tras descansar un rato en la Plaza Nacional, pues el sol era mortal, justo enfrente del Palacio de los Gobernadores, fui a ver el lamentable partido de España contra Holanda. Tras el quinto gol de Holanda, y cuando me disponía a abandonar el local, un tío, viendo mi cara, me invitó a una cerveza. Él tampoco estaba muy esperanzado, pues Estados Unidos jugaría contra Ghana, Alemania y Portugal, un grupo nada fácil. Charlamos de fútbol y de la vida en general.

Cruce entre Old Santa Fe Trail y San Francisco St.

Catedral de San Francisco de Asís.

Mi última visita ese día en Santa Fe fue el Palacio de los Gobernadores, el edificio público más antiguo de los Estados Unidos (1610), hoy día convertido en un museo. La entrada daba, además, acceso libre al museo de historia de Nuevo México, así que accedí a él con sumo gusto. La exposición estaba dividida en dos partes, a saber: la historia de Nuevo México hasta 1912, sin duda la más interesante, y desde 1912 en adelante. ¿Y qué tiene de especial el año 1912? Pues es cuando Nuevo México se convirtió oficialmente en estado de los Estados Unidos.

Palacio de los Gobernadores.
Poblados desde años inmemorables por tribus indias, los territorios que hoy pertenecen a Nuevo México tuvieron el primer contacto con los conquistadores españoles cuando Francisco Vázquez de Coronado llega en 1540 buscando las Siete Ciudades de Cíbola, un reino lleno a rebosar de oro. Con el paso de los años, los españoles fueron estableciéndose en la región y sometiendo a los indios. Sin embargo, largas temporadas de sequía y hambruna, unidas al descontento general provocado por los malos tratos de los españoles, provocaron una rebelión de los indios Pueblo en 1680. Santa Fe, fundada en 1609, junto con otras colonias del estado fueron abandonadas por los españoles, quienes tuvieron que huir hasta El Paso. La revuelta duró once años hasta que Diego de Vargas reconquistó de nuevo Nuevo México. Todo el territorio mexicano siguió bajo poder español hasta que en 1810 se proclamó la independencia de México, la cual se haría efectiva en 1821 tras la firma del Tratado de Córdoba. Poco tiempo después, Texas declara la guerra a México y se independiza tras la batalla de El Álamo en 1836. Como cualquier otro país, la República de Texas inició movimientos para su expansión e invadió Nuevo México. No obstante, México jamás reconoció la independencia de Texas, por lo que el problema limítrofe pasó a ser un asunto directo entre México y Estados Unidos cuando Texas pasó a ser estado estadounidense en 1845. Este hecho provocó la primera intervención estadounidense de México en 1846. Tras la derrota mexicana y la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo en 1848, México fue obligado a ceder sus territorios de Nuevo México, Utah, Colorado, Nevada, California, Texas, Oklahoma, Kansas, Wyoming, Colorado y Arizona. El gobierno estadounidense estableció el Territorio de Nuevo México en 1850 y el 6 de enero de 1912 Nuevo México fue admitido como el estado número 47.

El sábado 14, siendo ya mi último día por esos lares, aproveché para dar una vuelta más tranquila por la ciudad, así que, en primer lugar, bajé a la orilla de río Grande para dar un paseo por su ribera. A continuación, volví a Old Town, pues es un lugar tranquilo y hermoso, para buscar alguna tienda en la que vendieran figuras de la Santa Muerte. No encontré nada, así que me dirigí directamente de nuevo a Nob Hill, pues sabía que ahí había una tienda especializada. Allí sí pude comprarme una virgen de la Santa Muerte, patrona de los narcotraficantes, delincuentes y criminales porque, como buen maleante que soy, necesito que me proteja de las buenas personas. Ahí acabó mi viaje. Vuelta al aeropuerto y de nuevo a Minneapolis. El día 15 lo pasé en casa y el 16 despegué hacia Barcelona. Mi aventura en Estados Unidos había acabado.

viernes, 30 de mayo de 2014

Dakota del Sur y Wyoming

Sí, quizás Nueva York, Las Vegas y Los Ángeles son ciudades turísticas, pero ¿cuánta gente se ha paseado por aquellos territorios dejados de la mano de Dios en Dakota del Sur y Wyoming? Poca gente visitaría estas zonas si no fuera, posiblemente, por el Monte Rushmore (Dakota del Sur) o Yellowstone (Wyoming, entre otros estados). Aún así, no es un destino turístico principal para la gran mayoría de personas, por lo que puede considerarse otra zona de la América profunda.

Carreteras rectas y largas hasta el fin del mundo.
Para este viaje, nos reservamos el puente del Memorial Day (24, 25 y 26 de mayo). Salimos desde Minneapolis el viernes por la tarde, después del trabajo, y llegamos a nuestro destino, Rapid City, en Dakota del Sur, a las 5 de la mañana del sábado. A pesar de que Dakota del Sur y Minnesota son estados limítrofes, es decir, hacen frontera entre sí (lo que equivaldría a viajar entre Barcelona y Tarragona), el viaje duró diez horas, por lo que el trayecto de un estado a otro equivalió a cruzarse toda España de Cádiz a Barcelona. Genial. Además, Estados Unidos se caracteriza por sus largas e interminables carreteras que siguen rectas más allá del horizonte, con poquitas curvas, lo que, sumado a que Dakota del Sur se encuentra dentro de las Grandes Llanuras, hizo que el viaje se hiciera pesado y soporífero. No obstante, lo que hacía el viaje interesante es que tenías que jugar a esquivar cosas por la carretera. Por una parte, cadáveres de animales esparcidos por el asfalto, sin contar aquellos ciervos que se te cruzaban de repente por medio de la autopista. Por otra parte, los típicos rednecks (pueblerinos) vestidos de leñadores que conducían pick-ups tan destartaladas que iban perdiendo cosas por el camino. En una ocasión, tuvimos que esquivar una caña de pescar y una red que se le cayó a uno de su camioneta. Estoy seguro que estos dueños de las camionetas juegan de noche a ser asesinos en serie, como en las películas en que un grupo de amigos van a la cabaña del bosque y se pierden en una carretera en mitad de la nada. Y, por supuesto, también esquivamos ciervos suicidas que se lanzaba a la carretera.

Camioneta pick-up típica de asesino en serie.
Nuestra base de operaciones estaba situada en la ciudad de Rapid City, la segunda población más grande de Dakota del Sur, por detrás de Sioux Falls. Con una población cercana a los 70.000 habitantes, Rapid City es uno de los solamente once pueblos que pasan de los 10.000 habitantes en este estado. Y es que, con una extensión de 200.000 kilómetros cuadrados, similar a Bielorrusia o Rumanía, solamente tiene una población de 844.000 habitantes, algo más que Valencia. Pero lo bueno es que Rapid City está cerca de todo lo que queríamos ver.

El sábado por la mañana, después de dormir tres horas, visitamos Bear Country, que estaba de camino a Monte Rushmore. Bear Country es una atracción muy interesante para ver todo tipo de animales en "libertad". Aunque no es un zoológico, tampoco es campo abierto, pero el parque es una especie de "Drive thru", es decir, vas montado en tu coche por una serie de senderos para ver todo tipo de animales, desde lobos a cabras, renos, bisontes y osos, de ahí su nombre. Lo que hace esta atracción sensacional es que los animales no están enjaulados, sino que caminan a sus anchas por ahí y se pueden acercar a tu coche, incluso los osos. Por esa razón, nos llamaron varias veces la atención desde una torre de vigilancia con la frase "keep your windows up", esto es, mantén las ventanas subidas. Sí, rodeados de osos y solamente nos faltaba bajarnos del coche.



Bear Country (y las siguientes).











Nunca había tenido un oso tan cerca.
Más tarde, fuimos al Monte Rushmore, razón principal de nuestro viaje. Este monte, situado en la localidad de Keystone, de la que más tarde hablaré, fue tallado entre 1927 y 1941 y representa los rostros de cuatro presidentes de Estados Unidos, de izquierda a derecha, George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Su aparición tiene fácil explicación: Washington significa la lucha por la independencia y el nacimiento de la República; Jefferson, la expansión territorial del país; Roosevelt, el rol de los Estados Unidos en los asuntos exteriores y Lincoln, finalmente, la unión permanente de los estados. Debo decir que me encantó ver este monumento, ya que es uno de los más famosos en el mundo, y sentía la necesidad de verlo antes de morir.


Monte Rushmore.
De izq a der, Washington, Jefferson, Roosevelt, Lincoln.
Por la tarde, volvimos por el mismo camino para ver la localidad de Keystone, una localidad que no llega a los 400 habitantes y que parece anclada en el siglo pasado. Obviamente, juega su papel de localidad turística por estar a los pies del Monte Rushmore. La mayor parte del movimiento que hay en este pequeño pueblo pasa por su calle principal, llena de bares, restaurantes y tiendas de souvenirs ambientados en el lejano oeste. Esto es algo que me sorprendió, ya que pensaba que el lejano oeste solamente sobrevivía en Texas, Arizona, California y toda esa zona. No obstante, Dakota del Sur no se queda atrás y ya veréis por qué. Después de pasear por Keystone, nos dirigimos a Needles Highway, un espectacular puerto de montaña que comunica el Monte Rushmore con Custer State Park. Needles Highway destaca, principalmente, por sus estrechas y angostas carreteras a través de Black Hills, las Colinas Negras. Increíbles son, también, los túneles construidos a través de la montaña. Saliendo del puerto de montaña, fuimos a parar a unas bonitas praderas verdes en las que había bisontes pastando hasta llegar a las puertas de Custer State Park, aunque allí nos cayó la noche y no entramos.






Keystone.
Needles Hwy.


Bisonte en el arcén.
Custer State Park.
El domingo por la mañana, nos dirigimos a las Badlands, las "tierras malas", un parque nacional caracterizado por sus formaciones rocosas, las cuales tienen gran cantidad de fósiles del pasado. Habiendo visto en primera persona el Gran Cañón del Colorado, este parque nacional no quita la respiración, pero sigue siendo precioso e interesante. Una cosa no quita la otra. Allí pasamos unas tres o cuatro horas viendo sus vastas extensiones de formaciones rocosas blancas. Después de volver a Rapid City para comer en un restaurante ambientado en los años 60, condujimos hasta Wyoming para ver otro parque nacional espléndido, el de Devil's Tower, es decir, La Torre del Diablo.


Badlands National Park.









Declarado el primer monumento nacional de Estados Unidos en 1906, la Torre del Diablo es una impresionante formación rocosa situada en Wyoming, muy cerca de la frontera con Dakota del Sur, que se eleva 386 metros sobre su base. Dice la leyenda Lakota, indios de la tribu Sioux, que la Torre del Diablo se elevó hasta los cielos cuando unas chicas perseguidas por osos pidieron ayuda al Gran Espíritu. Como consecuencia, los osos no pudieron subir la roca y las chicas se convirtieron en las Pléyades. Esta montaña tuvo y tiene una gran importancia para los habitantes indios de la región, por lo que se le debe tener un gran respeto. No se permite fumar en la zona, ni tampoco beber, salirse de los senderos habilitados para caminar ni escalar más allá de lo permitido (unas marcas blancas) sin registrarse. Y es que escalar la montaña sin registrarse se considera, citando los avisos, una ofensa nacional. Yo decidí no ofender a Estados Unidos, así que solamente escalé hasta las señales blancas. Por otra parte, varios trails o caminos rodean la montaña, por lo que se puede pasar un rato agradable dando la  vuelta a la montaña. Nosotros decidimos escoger el más corto, puesto que la oscuridad ya empezaba a cernirse sobre nosotros, y acabamos el recorrido casi a oscuras, a eso de las 21:30. Un día muy buen aprovechado, el domingo.


Torre del Diablo.




El lunes tocaba volver de vuelta a Minnesota para comenzar a trabajar de nuevo el martes, pero aún nos quedaban algunas cosas por ver por el camino. La primera parada, no muy lejos de Rapid City, fue Wall Drug, una especie de centro comercial lleno de tiendas de souvenirs y ropa vaquera ambientado en el lejano oeste.


Wall Drug.











La segunda parada, por su parte, fue en 1880 Old Town, una especie de recreación de pueblo fantasma. Estados Unidos está a rebosar de pueblos fantasmas y uno de mis deseos era ver uno, aunque fuera una recreación real. El pueblo, típico como todos, consistía en una calle recta con un montón de edificios a ambos lados, entre ellos hoteles, un saloon, una escuela, la oficina del alcalde, una comisaría, la prisión, etc., todo bien ambientado y con todo lujo de detalles. Me gustó, sobretodo, el saloon, con sus puertas de madera, su barra del bar, donde agarré una botella de zarzamora para simular estar bebiendo allí, y una mesa donde había un vaquero bebiendo y jugando a cartas. Allí debió de haber duelos a muerte con revólveres y al amanecer.


Old Town.























A todo esto, eran las 20:00 de la noche (habíamos salido a las 11:00 de Rapid City), nos quedaban unas nueve horas de viaje y teníamos que entrar a trabajar a las 8:25 al día siguiente. Entre Dakota del Sur y Minnesota, hubo niebla espesa, lluvia y tormentas, estábamos agotados y acabé acostándome a las 5:30 de la mañana. Luego, a trabajar. Hoy estuve reventado, pero me estoy bebiendo una cerveza mientras escribo esto, nadie me quitará lo bailado y ya dormiré cuando esté muerto (o en todo caso, esta noche).

Mi siguiente y último viaje será a Albuquerque y Santa Fe (Nuevo México).