Albuquerque y Santa Fe (Nuevo México), mi último
viaje por Estados Unidos. En esta penúltima entrada (aún me queda, por pereza,
la segunda parte de Los Ángeles y San Francisco), narraré, ya desde España, la
que ha sido mi última aventura por territorio estadounidense. Por ahora. Porque
tengo que volver alguna otra vez para visitar Seattle, San Diego, Nueva Orleans
o las ciudades canadienses de Toronto y Vancouver, entre otros sitios.
En un primer momento, mi idea era ir a Nueva
Orleans (Louisiana) y Memphis (Tennessee), pero en el último momento, movido
por mis intereses por la mezcla de la cultura española con la mexicana, decidí
irme a Nuevo México, en concreto a las ciudades de Albuquerque y Santa Fe. Para
aprovechar al máximo el viaje antes de volver a España, salí de Minneapolis el
martes 10 de junio por la noche, así iba a poder levantarme pronto por la
mañana el miércoles.
Albuquerque, cada vez
más famosa por ser el escenario de la serie Breaking
Bad, aunque yo no tenía ni idea porque no la sigo, está localizada en el
centro del estado y completamente rodeada de desierto, como Las Vegas o
Phoenix, y está rodeada por las montañas Sandía y Manzano y atravesada por el
río Grande, el cual hace de frontera natural con México algunos kilómetros al
sur. Fundada oficialmente en 1706 por colonizadores españoles, guarda un
cercano hermanamiento con el pueblo de Alburquerque, Badajoz, aunque la “r” que
tenía Albuquerque se perdió durante el siglo XVII. La ciudad comenzó a
desarrollarse a partir del Old Town,
la ciudad vieja, distrito histórico que guarda las características de las
ciudades españolas de construir edificios alrededor de una plaza central. Otra
característica llamativa no sólo de Albuquerque, sino de muchas localidades de
Nuevo México, es que los edificios están hechos de adobe. Hoy en día, pese a no
ser la capital de Nuevo México, es la ciudad más poblada del estado con más de
medio millón de habitantes.
Mi primera visita
durante el miércoles 11 fue el propio Old Town y la iglesia de San Felipe de
Neri, bonita zona que ahora está llena de comercios y tiendas de recuerdos.
Mientras paseas por sus calles, puedes observar y comprar ropa, artesanía,
cerámica y joyería indígena mientras te deleitas escuchando música andina. Dos
músicos ecuatorianos llamaron mi atención por vestir la camiseta de Colombia y
tocaban una música realmente bonita. Para llegar a Old Town podría haber cogido
un autobús urbano (por cierto, realmente barato, pues el ticket de un día con
transbordos ilimitados costaba dos dólares), pero era mi primer día y quería
andar por la famosa Ruta 66, la cual, debido a que pasa por el medio de la
ciudad, está recuperada del olvido y reformada. Tras dar una vuelta por ahí y
andar por las angostas callejuelas de Old Town, me dirigí al Museo de la
Serpiente de Cascabel, y es que las serpientes me fascinan, y más tarde al Centro
Cultural de los Indios Pueblo para ver unas exposiciones indígenas.
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Tricentenario de Albuquerque (1706-2006). |
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Old Town. |
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Iglesia de San Felipe de Neri. |
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Museo de la serpiente de cascabel. |
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Típica casa de adobe. |
Nuevo México, además de
ser el estado con el mayor tanto por ciento de población latina o hispana
(47%), es el que tiene también mayor porcentaje de población nativa
norteamericana (9%), por lo que tiene museos dedicados a los indios nativos. La
exposición que se llevaba a cabo en el Centro Cultural de los Indios Pueblo me permitió aprender muchísimo sobre los indios Pueblo (así los
llamaron los españoles), una serie de etnias nativas norteamericanas que
habitaron principalmente el territorio de Nuevo México antes de la llegada de
los españoles, pero muchas de ellas siguen existiendo hoy en día. Durante el
recorrido por el museo pude ir parándome y observando una a una cada sección
dedicada a los solamente 19 pueblos que existen actualmente, de los cientos que
hubo en el pasado, a saber: Zuni, Acoma, Laguna, Isleta, Sandía, San Felipe,
Santa Ana, Zia, Santo Domingo, Jemez, Cochiti, Tesuque, Name, San Ildefonso,
Pojoaque, Santa Clara, Ohkay Owingeh, Picuris y Taos. Hoy en día, los
habitantes de estos grupos indígenas viven en pequeñas comunidades a lo largo
del territorio de Nuevo México y, entre otras cosas, se dedican a vender
artesanía, cerámica y joyería a los turistas. Algunos de los más famosos son
Sandía, Taos, Acoma y Jemez, a los que me gustaría haber ido si hubiese tenido
un coche alquilado, pero no fue posible.
Acto seguido, volví al
hotel, descansé, eché la siesta y me preparé para ir a ver un partido de
béisbol de los Isótopos de Albuquerque. Había oído hablar de ese equipo en Los
Simpsons, cuando los Isótopos de Springfield querían mudarse a Albuquerque,
pero jamás imaginé que fueran reales. Esperaba ver a Homer hacer huelga de
hambre atado a una farola, pero, desafortunadamente, solamente vi figuras a
gran tamaño de ellos. El resultado final fue Round Rock Express 15 –
Albuquerque Isotopes 8. Igual de malos que los ficticios de Springield.
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Estadio de los Isótopos de Albuquerque. |
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¡Homer Simpson! |
El jueves crucé el río
Grande para ir al Centro Cultural Nacional Hispano. El río Grande, conocido en
México como río Bravo, discurre por medio de Albuquerque y sigue hacia el sur,
hasta El Paso, para hacer de frontera entre ambos países por más de mil
kilómetros hasta desembocar en el golfo de México. En el National Hispanic
Cultural Center vi una exposición de arte hispana, latina y chicana bastante
interesante. Especialmente me gustaron los cuadros Aztecs pilots in search of Quetzalcoatl y Tamale Man. Al acabar mi visita, me dirigí al centro de la ciudad
cruzando el barrio de Barelas, del que se dice que tiene casas de estilo de
español para llegar de nuevo a la Ruta 66, que en el tramo que pasa por el
centro de la ciudad se llama Avenida Central, o Central Avenue. Al anochecer, fui a dar una vuelta por el barrio de
Nob Hill, donde la Ruta 66, descatalogada del sistema de carreteras nacional en
1985, te teletransporta al pasado con locales y moteles de carretera llenos de
luces de neón y restaurantes típicos de los años 50. Allí, en el Diner 66, me metí una pedazo de cena con un batido llamado Cadillac.
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Río Grande. |
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Ruta 66 por Nob Hill. |
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Diner 66. |
El viernes 13 viajé a
Santa Fe, capital de Nuevo México. Para ello tomé un tren llamado Rail-runner, que vendría a significar
“correraíles”, juego de palabras parecido a roadrunner
(correcaminos). El hecho de que se llamara de tal manera y de que tuviera
dibujado un pájaro correcaminos, me hizo pensar en la relación entre el estado
y el tren con el correcaminos y el coyote de la famosa serie de dibujos
animados. Después de investigar más sobre la serie, vi que los dibujos podrían
estar basados bien en el desierto de Sonora o en el de Nuevo México. Un simple
hecho que me llamó la atención. Este tren, cuya línea va desde Belén hasta
Santa Fe, pasando por Albuquerque, cubre más de 100 millas, y, además de ser
barato, te permite comunicarte entre las dos ciudades más importantes en
aproximadamente hora y media, cosa bastante útil. De otra manera, no hubiera
tenido manera de ir hasta allí. Durante su recorrido, el tren pasa por las
faldas de las montañas Sandía y atraviesa algunos de los pueblos indígenas
nombrados antes, entre ellos Sandía, Kewa (Santo Domingo), Santa Ana, etc. Al
ser considerado un lugar sagrado por muchos nativos, durante un tramo del
trayecto no se permiten hacer fotografías.
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Rail-runner. |
Santa Fe, a pesar de
ser la capital del estado, no llega a 70 mil habitantes, pero es una ciudad
preciosa llena a rebosar de edificios de adobe. Fundada por don Pedro de
Peralta en 1607, es la capital más antigua de los Estados Unidos y también la
que está situada a mayor altitud (alrededor de los 2.200 metros sobre el nivel
del mar). Mis primeras visitas fueron el Santuario de Nuestra Señora de
Guadalupe, cuya iglesia es la primera construida en Estados Unidos dedicada a
Guadalupe, y el Capitolio estatal. A continuación, y a través del Camino de
Santa Fe, antigua ruta que conectaba San Luis (Misuri) con Santa Fe, visité
otros sitios de gran interés. En primer lugar, la Misión de San Miguel, la
iglesia más antigua de Estados Unidos (1610-1626, aprox.), situada a escasos
metros de The Oldest House, la que se
dice es la casa más antigua del país. Esta casa fue levantada por los españoles
con la ayuda de los indios tlaxcaltecas, enemigos acérrimos de los aztecas. Todo
esto, por supuesto, antes de que Nuevo México fuera territorio mexicano y mucho
menos estadounidense. Durante toda su historia, los tlaxcaltecas habían estado
en constante guerra contra los aztecas, aunque jamás fueron sometidos. Tras
escuchar acerca de la llegada de unos extraños hombres blancos con barba,
decidieron unirse a los hombres de Hernán Cortés para derrotar al eterno
enemigo, llegando a ser unos aliados excepcionales de los españoles en la lucha
por tomar Tenochtitlán, la capital azteca.
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Nuestra Señora de Guadalupe. |
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Inn Spa Loreto, precioso edificio de adobe. |
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Iglesia de San Miguel. |
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Iglesia de San Miguel. |
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The Oldest House. |
A continuación, entré
en la Capilla Loreto para ver su famosa escalera, cuya creación está envuelta
en un halo de misterio. La iglesia, construida durante la segunda mitad del
siglo XIX, necesitaba una escalera para acceder del piso principal al coro. Sin
embargo, las hermanas de la capilla no encontraron a nadie capaz de construir
una escalera que se adaptase a las características de la iglesia. Como última
solución, rezaron durante nueve días a San José. Al noveno día, apareció un
hombre desconocido en la puerta ofreciéndose para construir la escalera, pero
con una condición: tenían que dejarlo trabajar solo. Una vez terminada, las
hermanas fueron a agradecerle el trabajo y a pagarle, pero el hombre había
desaparecido. A partir de ahí surgió el rumor de que el mismo San José había
construido la escalera. Y si el constructor es un completo misterio, la
escalera en sí es uno todavía mayor, pues es un desafío a las leyes de la
ingeniería. Nadie sabe cómo la escalera es capaz de mantenerse sola sin
desmoronarse, pues la escalera de caracol da dos giros completos de 360 grados
y no tiene ningún soporte central. Por otra parte, tampoco se utilizaron clavos
ni pegamento, sino que todas las piezas están ensambladas. Y, por último, la
madera que se utilizó en su construcción no existe en la zona.
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Escaleras de la Capilla de Loreto. |
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Loreto. |
Muy cerca de Loreto
estaba la Catedral de San Francisco de Asís, construida en el siglo XIX sobre
otras dos iglesias destruidas en el pasado (una de ellas durante la revuelta de
los indios Pueblo en 1680, de la que hablaré más adelante). Tras descansar un
rato en la Plaza Nacional, pues el sol era mortal, justo enfrente del Palacio
de los Gobernadores, fui a ver el lamentable partido de España contra Holanda.
Tras el quinto gol de Holanda, y cuando me disponía a abandonar el local, un
tío, viendo mi cara, me invitó a una cerveza. Él tampoco estaba muy
esperanzado, pues Estados Unidos jugaría contra Ghana, Alemania y Portugal, un
grupo nada fácil. Charlamos de fútbol y de la vida en general.
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Cruce entre Old Santa Fe Trail y San Francisco St. |
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Catedral de San Francisco de Asís. |
Mi última visita ese
día en Santa Fe fue el Palacio de los Gobernadores, el edificio público más
antiguo de los Estados Unidos (1610), hoy día convertido en un museo. La
entrada daba, además, acceso libre al museo de historia de Nuevo México, así
que accedí a él con sumo gusto. La exposición estaba dividida en dos partes, a
saber: la historia de Nuevo México hasta 1912, sin duda la más interesante, y
desde 1912 en adelante. ¿Y qué tiene de especial el año 1912? Pues es cuando
Nuevo México se convirtió oficialmente en estado de los Estados Unidos.
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Palacio de los Gobernadores. |
Poblados desde años
inmemorables por tribus indias, los territorios que hoy pertenecen a Nuevo
México tuvieron el primer contacto con los conquistadores españoles cuando
Francisco Vázquez de Coronado llega en 1540 buscando las Siete Ciudades de
Cíbola, un reino lleno a rebosar de oro. Con el paso de los años, los españoles
fueron estableciéndose en la región y sometiendo a los indios. Sin embargo, largas
temporadas de sequía y hambruna, unidas al descontento general provocado por
los malos tratos de los españoles, provocaron una rebelión de los indios Pueblo
en 1680. Santa Fe, fundada en 1609, junto con otras colonias del estado fueron
abandonadas por los españoles, quienes tuvieron que huir hasta El Paso. La
revuelta duró once años hasta que Diego de Vargas reconquistó de nuevo Nuevo
México. Todo el territorio mexicano siguió bajo poder español hasta que en 1810
se proclamó la independencia de México, la cual se haría efectiva en 1821 tras
la firma del Tratado de Córdoba. Poco tiempo después, Texas declara la guerra a
México y se independiza tras la batalla de El Álamo en 1836. Como cualquier
otro país, la República de Texas inició movimientos para su expansión e invadió
Nuevo México. No obstante, México jamás reconoció la independencia de Texas,
por lo que el problema limítrofe pasó a ser un asunto directo entre México y
Estados Unidos cuando Texas pasó a ser estado estadounidense en 1845. Este
hecho provocó la primera intervención estadounidense de México en 1846. Tras la
derrota mexicana y la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo en 1848, México fue
obligado a ceder sus territorios de Nuevo México, Utah, Colorado, Nevada,
California, Texas, Oklahoma, Kansas, Wyoming, Colorado y Arizona. El gobierno
estadounidense estableció el Territorio de Nuevo México en 1850 y el 6 de enero
de 1912 Nuevo México fue admitido como el estado número 47.
El sábado 14, siendo ya mi último día por esos lares, aproveché para dar una vuelta más tranquila por la ciudad, así que, en primer lugar, bajé a la orilla de río Grande para dar un paseo por su ribera. A continuación, volví a Old Town, pues es un lugar tranquilo y hermoso, para buscar alguna tienda en la que vendieran figuras de la Santa Muerte. No encontré nada, así que me dirigí directamente de nuevo a Nob Hill, pues sabía que ahí había una tienda especializada. Allí sí pude comprarme una virgen de la Santa Muerte, patrona de los narcotraficantes, delincuentes y criminales porque, como buen maleante que soy, necesito que me proteja de las buenas personas. Ahí acabó mi viaje. Vuelta al aeropuerto y de nuevo a Minneapolis. El día 15 lo pasé en casa y el 16 despegué hacia Barcelona. Mi aventura en Estados Unidos había acabado.
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