miércoles, 19 de febrero de 2014

¡Visita de Sandra a Minneapolis!

El puente que hubo entre los días viernes 14 y lunes 17 de febrero fue un long weekend importante, ya que vino a Minnesota una amiga a la que no veía desde junio, mi amiga Sandra.

Ciertamente, tenía muchas ganas de verla, ya que, como digo, no la veía desde junio cuando la despedí en Sants Estació camino a la embajada de los Estados Unidos en Madrid para la obtención de su visado. Y es que ella está haciendo lo mismo que yo, aunque a mí me enviaron a Minneapolis y a ella a Tulsa, Oklahoma. Así las cosas, decidimos quedar un puente para vernos y ella decidió venir a Minneapolis. Minneapolis no es precisamente Nueva York, San Francisco o Chicago, pero también tiene su encanto, de manera que traté que mi tour fuera lo más interesante posible para ella.

Downtown Minneapolis.
El jueves, cuando el avión aterrizó, previo paso por casa para dejar la maleta, fuimos a un bar a cenar debido a que los dos estábamos ravenous, una palabra que a Sandra le encanta y que significa famélico. Hay quien dice que yo siempre estoy ravenous. También fue el primer día que Sandra se topó con el frío minnesotano. Y creo que no se olvidará de él en la vida. No obstante, debo decir que el tiempo se comportó bastante bien con nosotros, porque los agradables -13ºC que tuvimos cuando volvíamos del restaurante a casa no son nada comparados con los -50ºC a los que llegamos el 6 y 7 de enero (dos días terroríficos). La pobre no sentía sus manos y yo iba a su lado como si fuera primavera. Demacrante cuanto menos, para ella. Ya acostumbrado a un frío que ha llegado a matar personas, un frío que es realmente peligroso para la vida (hace unas cuantas semanas me quemé la oreja derecha por ir sin gorro a -21ºC, lo que se llama frostbite), no siento nada estando a -10. Aquel día, no obstante, le vi las orejas al lobo. Llegué a casa sin sentir la oreja, sin tacto, la tenía blanca color cera. ¿Qué significa eso? Que la sangre se me cristalizó. Por suerte, al rato retomó su color, pero durante cuatro días tuve un dolor tremendo porque se me había quemado y se me peló. Tuve suerte. Si la sangre se cristaliza y deja de circular, hay riesgo de destruir el tejido inferior, desarrollar una gangrena y necesitar la amputación del miembro en cuestión. Me asusté y no es broma.

Jueves noche en el restaurante.
El viernes fue día especial en la escuela debido a que era San Valentín, un día que aquí en Estados Unidos se vive a lo grande. Sandra vino como invitada a la escuela para estar en mi clase y fue testigo de cómo los chavales me inflaron a chocolates y bombones, cosas que no sé qué hacer con ellas ahora. Supongo que se las enviaré a mi hermana por correo para España. Cuando salimos del colegio, fuimos al McDonald's a comernos un helado, ya que hacía muchísimo calor (-17ºC). El helado no pude acabármelo porque en cierto momento se nos echó encima una corriente de aire venida directamente desde el Polo Norte y me congeló las manos. Tenía los guantes en el fondo de todo de la mochila, debajo de los siete kilogramos de chocolates, así que tuve que tomar una decisión rápida: deshacerme del helado. Se rumorea que aún está en perfectas condiciones en el mismo sitio. 

Sandra sintió en primera persona el frío de Minnesota.


¿Un heladito?
Después, nos reunimos con unos amiguitos (Andrés, Marta y Lorena) y fuimos a una bolera a echar una partida de bolos, a inflarnos a cerveza y a comer pizza.




El sábado por la mañana, llegó el momento del turisteo por Minneapolis, la ciudad más grande, poblada y bonita de Minnesota (para darle publicidad). Así las cosas, cogimos el bus y nos plantamos en 0,2 en Nicollet Mall, una calle en el mismo centro de Minneapolis. La intención de ese día no era más que ver el downtown y los rascacielos, aunque, como digo, Minneapolis no tiene el mismo skyline que Chicago o Nueva York. Este día también hacía un frío importante, aumentado, además, por el viento y la intensa nevada que nos cayó encima. Si bien -15ºC no es un frío extremo, sí te cala en todo el cuerpo cuando llevas en la calle una hora, de modo que, de vez en cuando, teníamos que buscar refugio en algún supermercado o por el sistema de skyways para recuperar el calor y volver a salir a la calle. Durante este paseíto, vimos la IDS Tower, la Capella Tower, el Wells Fargo Center, las Fifth Street Towers, la AT&T Tower, la Foshay Tower, el Ayuntamiento de Minneapolis, etc., algunos de ellos entre los rascacielos más altos de la ciudad. También cabe destacar el Lumber Exchange Building, que fue el primer rascacielos de Minneapolis (1885). Cuando acabamos de congerlarnos, cogimos el bus de vuelta a St. Louis Park para prepararnos para la fiesta que tenía organizada en mi casa, una fiesta genial rodeada de tres mil amigos.


Lumber Exchange Building, primer rascacielos de Minneapolis.


Skyways, utilizados en invierno para no pisar la calle.

Nos cayó una buena nevada.



Con las Fifth Street Towers de fondo.



Foshay Tower.
IDS Tower.
Wells Fargo Center.


Ayuntamiento de Minneapolis.
Capella Tower.
AT&T Tower.
El domingo, después de dormir y descansar, volvimos a Minneapolis para ver el resto de cosillas. Después de ver la escultura de la cuchara y la cereza, símbolo de Minneapolis, y la Basílica de Saint Mary, fuimos hasta el puente que cruza el río Mississippi, que nos recibió completamente congelado, y bajamos a la orilla. Una estampa guapísima.

Basílica de Saint Mary.

La cuchara y la cereza, símbolo de Minneapolis.
Acercándonos al Mississippi.
Mississippi congelado.
Mississippi congelado.
Tras cruzar el puente e ir a la otra orilla de la ciudad, andamos hasta el famoso Puente de Piedra para contemplar el fabuloso skyline de rascacielos de noche. Para entonces, un gran manto blanco de nieve cubría la ciudad en su totalidad e incluso los bancos de parques cercanos habían quedado sepultados. Cruzando el puente pudimos ver cosas interesantes, entre ellas el puente de la autopista I-35W completamente iluminado de color azul (este puente fue construido a raíz del desplome del anterior en 2007 y que mató a varias personas), las Saint Anthony Falls (unas cataratas en el río Mississippi) y el Mill Ruins Park, un parque que muestra la historia de la harina en Minneapolis. Ahí acabó nuestro turisteo. Acto seguido, cogimos el bus de nuevo de vuelta a casa. Esa noche, y como colofón a un puente extraordinario, fuimos a cenar sushi a un japonés en el Uptown de Minneapolis con grandes amigos: Andrés, Marta, Lorena y su marido Bronson, y Santi Strasser, un argentino genial. Nos faltó nuestra querida Desirée, pero hubo problemas de comunicación.

Puente de piedra.

El puente sobre la autopista I-35W.
De fondo, las cataratas de Saint Anthony.
Mill Ruins Park.
No es el puente de Brooklyn, pero es el puente sobre el Mississippi.
Ahí debajo hay dos bancos, sí.
Despedida cenando sushi.
El lunes fue un día para descansar y para hacer las maletas de regreso a Tulsa. Con la nevada que había caído, era bastante probable que el vuelo fuera retrasado o cancelado, pero todo salió genial y para las 13:00 Sandra volaba de nuevo a Oklahoma.

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