domingo, 26 de enero de 2014

Nueva York: Parte 2/2 y otras cosas

Tenía pendiente narrar la segunda parte de mi viaje a Nueva York desde hacía tiempo, pero me daba bastante pereza escribir, ya fuera por falta de tiempo (que es mentira), por falta de ganas o porque tenía cosas más interesantes que hacer. Pero ahí va...

La primera parte había finalizado con nuestro postureo por Central Park y nuestra visita a Little Italy y Chinatown, así que la segunda parte va desde el día 29 de diciembre al 1 de enero.

El primer plan para el día 29 era ir al American Museum of Natural History o lo que es lo mismo, el Museo de Historia Natural. El museo en sí es bastante interesante, ya que puedes pasarte horas aprendiendo sobre animalitos, otras civilizaciones (yo me estuve la mitad del tiempo por las salas dedicadas a América Central y del Sur) y dinosaurios, pero estaba bastante lleno de gente y me agobié muy rápido. Tener que ir esquivando gente para moverte, sumado a mi impaciencia y a mi necesidad por respirar aire fresco, provocó que tuviera que abandonar el edificio a las dos horas. Mi siguiente plan era visitar el edificio Dakota, a cuyas puertas fue asesinado John Lennon. No obstante, llovía pavorosamente y me tuve que meter dentro de un Starbucks a esperar a que parara de llover. Siguió lloviendo durante horas. Con el paso de las horas, la lluvia fue cesando y, como mis planes se habían frustrado por completo, acompañé a otras dos compañeras a visitar Little Italy y Chinatown, ya que ellas no lo habían visto aún.

Diría que es un Stegosaurus.
Tyrannosaurus rex.
Chinatown con Irene y Rocío.
El lunes 30 de diciembre, nos levantamos (me levanté) a las 4:30 de la mañana para coger el autocar a Washington D.C. En realidad, el autocar salía a las 7, pero recomendaban estar una hora antes allí. Así las cosas, necesitábamos salir del hotel a las 5:30 de la mañana para tardar media hora hasta la estación. Entonces, ¿por qué levantarme una hora antes? Los que me conocen igual ya saben la respuesta. Pues, obviamente, tengo que desayunar. Así que saqué cuatro rebanadas de pan bimbo, dos paquetes de pechuga de pavo al vacío, un plátano, un zumito de naranja y me hice un desayuno de lujo en mi zulo, mi "habitación" del "hotel". A las 5:30, cuando todos se levantaban, yo ya estaba más alimentado y fresco que una rosa y listo para el viaje. Washington D.C. es magnífico. Es una ciudad que representa la opulencia y la suntuosidad americanas. La ciudad, o lo que es la parte turística, está llena de gigantescos edificios con enormes columnas de estilo griego y pintados del blanco más puro. Personalmente, ese estilo arquitectónico me encanta, aunque, muy a mi pesar, todos los edificios se ven idénticos.

La primera visita del día fue el Capitolio, el Senado y la Cámara de los Representantes, pues estaban a diez minutos andando de la estación de buses. Tras dar una vuelta por ahí y echar cientos de fotografías, vimos la Corte Suprema de los Estados Unidos y la Biblioteca del Congreso. A continuación, echamos a andar por la Avenida Pennsylvania hasta la Casa Blanca, realmente maravillosa, sin olvidar la fotografía obligada delante del edificio del FBI, guiño a un amigo que prefiero dejar en el anonimato.

Capitolio. A la derecha, está el Senado; a la izquierda, la Cámara de los Representantes.

Cámara de los Representantes.
Senado de los Estados Unidos.
Biblioteca del Congreso.
Corte Suprema de los Estados Unidos.
Federal Bureau of Investigation.
Edificio del FBI.
Casa Blanca (con algo de zoom).
La Casa Blanca.
Después, cogimos el metro para ir al cementerio de Arlington (Virginia), ya que visitar la tumba del ex-presidente John Fitzgerald Kennedy era una de mis prioridades. Habiendo echado algunas fotografías muy emotivas, decidimos volver a Washington andando a través del Arlington Memorial Bridge, escenario cincuenta años atrás del cortejo fúnebre del ex-presidente.

Cementerio de Arlington.
Tumbas de JFK y su esposa Jacqueline.
Tumbas de JFK y Jacqueline con la llama eterna.
Tumba de JFK.
Arlington Memorial Bridge.
La noche, muy a nuestro pesar, ya se cernía sobre nosotros, así que vimos el Lincoln Memorial, la Reflecting Pool y el Monumento  a Washington, ese enorme pirulo que se levanta majestuoso sobre los jardines de la ciudad rodeado de 400 banderas estadounidenses. Allí, finalmente, cayó la noche, de tal manera que anduvimos un rato por puestecitos de souvenirs para comprar cuatro tonterías y volvimos andando hasta el Capitolio para cenar en una hamburguesería al más puro estilo sureño y esperar el autocar de vuelta a Nueva York.

Monumento a Lincoln.
Abraham Lincoln.
Reflecting Pool con el Monumento a Lincoln de fondo.
El famoso pirulo; el monumento a Washington y la Reflecting Pool.
Foto con el pirulo tropical.



El 31 nos levantamos pronto, tras acostarnos a las 3:00 de la mañana, para ir a ver la Estatua de la Libertad. Como teníamos entrada anticipada, me hizo gracia ver como el resto de gente hacía cola, así que puse mi espalda erguida, levanté la barbilla y pasé con aires de grandeza por delante de todos ellos. Primero, me quedé impresionado, a medida que nos alejábamos de la costa, con el skyline de rascacielos, pero lo que me dejó con la boca abierta fue encontrarme de cara con la Estatua de la Libertad, pues obcecado haciendo fotografías de los rascacielos ni me había dado cuenta de que la estábamos bordeando. Respecto a la estatua, dice la leyenda que fue traída a nado por dos vascos.

Echando tanta foto al skyline ni siquiera me di cuenta de que llegábamos a la Estatua.

Estatua de la Libertad.
Estatua de la Libertad.
Skyline desde Liberty Island.
Skyline desde Liberty Island.
"Haz de América un lugar mejor. Abandona el país".

Después de subir hasta el pedestal, y de saludar a los turistas que hacían fotos desde abajo, embarcamos de nuevo para ir a Ellis Island, lo que otrora fue la puerta de entrada de millones de inmigrantes a los Estados Unidos. Paseando por sus salas históricas, imaginándome allí en 1920 pasando las pruebas médicas, me sentí uno de ellos. De hecho, soy un inmigrante acogido en los brazos de este gran país. Este tour duró hasta, prácticamente, las 17:00 de la tarde, así que fuimos directos a comer a una hamburguesería ambientada en los años 60. La hamburguesa (2200 kcal) y el batido de Óreo (750 kcal) que me metí al cuerpo, me dejaron servido para el resto del día (bueno, luego nos comimos unas cuantas uvas, tanto propias como ajenas). La camarera era una puertorriqueña muy guapa y simpática: se marcó un baile con otros compañeros y me hice luego una foto con ella.

Desde el pedestal de la Estatua.
Foto desde el pedestal.
Ellis Island.

Interior de un edificio en Ellis Island.


Cuando salimos de allí, nos juntamos con mis amigos Carles y Álex y fuimos a una cervecería a empezar nuestra fiesta de fin de año. Ir a Times Square quedó descartado, ya que las calles estaban cortadas por la policía desde horas antes. Y lo que pasó en esa cervecería fue un festival que no se puede explicar con palabras, así que para eso hay fotografías. Decir que la camarera también participó en el reportaje fotográfico. Y si las fotografías se ven mientras uno escucha el temazo de Flo Rida - Right Round, mucho mejor, a lo Resacón en Las Vegas.



A la fiesta se une hasta la camarera.









El día 1 de enero ya fue nuestro último día, así que por la mañana cada uno se fue por su lado, puesto que, como habíamos comprado billetes por separado, unos salían del JFK, otros de La Guardia y yo de Newark. Cuando me quedé solo, me di una vuelta por Broadway, Times Square y la Quinta Avenida de nuevo, aunque como estaba aburrido me subí otra vez a Central Park. Me senté en un banco a lo homeless style (estilo vagabundo), con mi capucha, mi bolsa de deporte y me alimenté a base de barritas energéticas mientras miraba fijamente la puerta de un hotel de lujo de ambientación hindú. Esa fue mi última visión de Nueva York, puesto que poco después me dirigí directo hacia el aeropuerto.

Qué decir sobre Nueva York... ¿valoración general? No quiero poner nota numérica, aunque debo decir que, por una parte, me ha encantado, pero por otra también me ha decepcionado. Si bien los edificios, los monumentos y todas las cosas turísticas son increíbles, la ciudad destaca por su poca limpieza. Sinceramente, pensaba que me emocionaría más. En cambio, Chicago, una ciudad que ni siquiera tenía en mi lista de lugares por visitar, me ha enamorado.

En efecto, los días 11, 12 y 13 de enero fui por segunda vez con mi amigo argentino Santiago Strasser a Chicago. La reciente ola de frío que había puesto Minnesota a 50 grados bajo cero también dejó su huella en Chicago, muy diferente a como la vi en octubre. La visión del río Chicago y de la Oak Street Beach nevados fue impresionante, aunque tampoco hay nada nuevo que contar porque vi lo mismo que en mi primera visita. Solamente hago referencia a Chicago para compararla con Nueva York. A diferencia de la segunda, Chicago sí que me enamoró realmente y, desde luego, la escogería para vivir aquí, aunque el viento que hace es tremendo, de ahí que sea llamada "La ciudad del viento". Chicago es una ciudad limpia, luminosa, llena de avenidas anchas y limpias y no tan abarrotadas de gente como Nueva York.

Río Chicago congelado.
The Bean.
Playa de Oak Street.


Hasta aquí lo que dio de sí mi segunda parte del viaje a Nueva York así como mi segundo viaje a Chicago. Dentro de muy poco, la visita de una amiguita muy especial: Sandri Pérez.

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